El nombre de Dª Lambra, escrito en el capitel de la columna derecha
del arco triunfal, significa la aceptación del canon XIX del Concilio
de Mérida, año 666, que obligaba a recordar los nombres de los
constructores de la iglesia y lo harán dentro del altar. Este es un
buen dato cronológico en el que se construyó el templo. También
lo son la plasmación en la piedra de algunos pensamientos y alegorías
de los libros de los grandes obispos de esta dominación - San Isidoro
y San Ildefonso-. Fundándonos en la arqueología y adornos del
templo, debe ser datado en los años finales de la séptima centuria.
Nos encontramos ante un templo visigótico; una parte vemos y otra adivinamos;
por sus excavaciones apreciamos una construcción de 23,27 m. de largo
- desde el ábside a los pies - y 21,81 m. - en los brazos del crucero
-. Hoy solo se conserva de la primitiva mole parte de la cabecera, con una
anchura de 12,36 m. y una largura de 10 m.
Sta. Mª de las Viñas fue un templo basilical, compuesto de nave
central, crucero y dos naves laterales, en las que se habilitaron dependencias
exigidas por la liturgia isidoriana o visigoda.
Las carcterísticas principales en las construcciones que los maestros
godos empezaban al azar en sus iglesias, son sus limitadas proporciones y
su penumbra, así como el empleo del arco de herradura y la sillería.
Penetrando en el templo por la puerta abierta en el ángulo sudoeste,
la cual es adintelada y construida en el primer momento, observamos que en
el interior los parámetros se rasgan con vanos de varios tipos.
Hay cuatro saeteras, nombre que merecen las cuatro ventanitas rasgadas y
abocinadas. Vemos una en el fondo del ábside, otras dos en la misma
dirección y otra abierta al mediodía.
Hay otras dos puertas adinteladas y dos arcos de herradura bien conservados,
que son una lección de la maestría de sus ejecutores.
El arco triunfal que abre el acceso del crucero al altar, se apoya en dos
columnas de mármol de Espejón, supuestamente procedentes de
alguna edificación romana. Sobre ellos se encuentran los capiteles
y luego el arco propiamente dicho, compuesto de once dovelas apoyadas en sendos
salmeres.
En la cabecera de Santa María de las Viñas hemos de distinguir
dos espacios fundamentales: el ábside y el crucero, en términos
litúrgicos el presbiterio y el coro respectivamente.
La escultura del arte hispanogodo acostumbraba a tallar las figuras en los
sillares de sus obras. El monumento de Santa María de las Viñas
tiene como su mayor encanto sus cuadros tallados en piedra escuetos y sencillos.
Tanto en el exterior como en el interior una serie de adornos embellecen la
piedra. Por la parte exterior tres frisos recorren el testero del ábside
y dos el resto de los lienzos. Dentro de la iglesia es el arco triunfal el
más adornado.
Debemos realizar el recorrido visual de estas hileras de encaje con suma atención,
ya que en cualquier detalle puede encerrarse el mensaje de los artistas.
En la puertecilla del ángulo sudeste en el friso inferior contemplamos
zarcillos de vid, dos de ellos unidos con tres junquillos. Los zarcillos avanzan
con la ondulación que piden sus tallos formando marcos circulares en
los que se incluyen racimos, una hoja pentalobulada o una flor de cinco pétalos.
En el ángulo nordeste aparecen dos veces unos arbolitos de tres o cuatro
pares de ramos.
Llamaremos friso intermedio al que corre sobre el descrito anteriormente,
ya que hay otro superior en la pared este del ábside. En él
se prescinde de los zarcillos y acepta dos simples sogas que se entrecruzan
y forman círculos tangentes, llenando el espacio que daba al exterior
de los círculos con hojas trilobuladas, incluyendo dentro de ellos
figuras de aves en movimiento.
El friso superior, que sólo recorre la parte del testero, tiene por
original en el contenido de los diez círculos, animales cuadrúpedos
en movimiento, que parecen toro, oveja, tigre, hipocampo o caballo marino.
Penetrando en el interior, lo primero que atrae nuestra atención es
el arco absidal. Todo su frontal esta decorada con los elementos aparecidos
anteriormente. Hay dieciséis róleos de zarcillos de vid, que
encierran racimos, hojas y aves alternativamente.
Por primera vez nos encontramos con iconografía humana en los bloques
que hacen de capitel sobre las columnas del arco.
En el de la derecha se representa dentro de un clípeo el sol con lenguas
de llamas saliendo de su poblada caballera; el escudo lo sostienen cuatro
manos de dos ángeles de largas túnicas y alados; un nimbo rodea
su cabeza y ambos observan a los espectadores. En la parte inferior aparecen
una palma y una cítara.
En la parte izquierda, también dentro de un clípeo, está
la luna. Sobre la cabeza de ojos de almendra, se ve una luna creciente y contornada.
Piadosamente recogidos en el ábside hay otros dos bloques. En uno de
ellos aparece una grave figura con corona, que sostiene en su mano derecha
una cruz colocada sobre un báculo. Un ángel pone su mano sobre
la cabeza del personaje, mientras el otro ángel sostiene otra cruz
en su mano derecha.
En el otro capitel hay un personaje central al que escoltan dos ángeles.
Nos detenemos ante otros dos bloques, también en el ábside,
y por tanto fuera de su primitivo sitio; en cada uno aparece un personaje
de amplia cabellera y con un libro en sus manos; ambos lo apoyan en su pecho,
y uno de ellos levanta la mano derecha.
En el muro sobre el arco triunfal se encuentra el tercer bloque, que, por
su colocación, representa a Cristo
En la parte superior del capitel de la columna derecha hay una inscripción,
en la que el artista al hacer el encuadre del relieve del sol, dejó
un espacio más ancho que en la parte inferior con intención
de grabar una inscripción con el fin recordar a los fieles el nombre
del patrocinador del templo:
OC EXIGUUM EXIGUA OFF D O FLAMMOLA VOTUM
Yo, la pequeña Lambra, ofrezco a Dios este pequeño don.
Al exterior, en el friso central del testero del ábside, vemos tres
anagramas:
F
D
F
A + N A
+ N R + N
L
L
C
Las opiniones en cuanto a su significado son muy diversas.
Bibliografía:
Academia Burguense de Historia y Bellas Artes
Institución Fernán González